Quinto intento

Luis Felipe Molina R.
3 min readAug 27, 2023

--

He cerrado y abierto el editor de texto unas cinco veces en mi intención de obligarme a escribir algo, pues han pasado ya varias semanas desde que publiqué algo en este blog. Y no es porque haya despreciado este espacio que comencé con tanto vigor hace algunos meses, sino porque el nivel de estancamiento es alto y la inspiración es baja.

A veces, como consuelo, pienso que ya no sigo cavilando las mismas ideas de antes, ni que los errores o las heridas del pasado logran tener cabida en los pensamientos que lógica o abstractamente se reparten como memorias dentro de la contorsión por responder con certeza y coherencia a los retos del diario.

Hay una idea que ronda por mis pensamientos desde hace varios años. Ésta considera que es necesaria una explosión de sentimientos y emociones para poder verbalizar o escribir lo que domina el pensar. Por lo tanto, en ocasiones siento que un corazón roto, un duelo a medio recorrer, o el éxtasis propio de la alegría son los verdaderos catalizadores de un escrito sentido.

Del otro lado están los textos que nacen intempestivamente y resultan como un parto venido a más de lo que los psicólogos llaman ‘eutimia’, que no es otra cosa que ese estado inalterado de la mente con la que se casa la ciencia para establecer que no se está yendo por los extremos maníacos o depresivos.

Recuerdo en mi anterior escritorio abrir el procesador de texto y pensar una idea. A veces lo veo como un hilo, que se va extendiendo y purificando de tal forma que toma sentido y penetra el pensamiento. En otras ocasiones, siento que es una hoja arrugada y que al estirarla quedará con las mismas brusquedades. Escribir sin argumento es soberbio y complejo.

Por momentos siento que debo escribir, que es una tarea o una autoimposición. Sin embargo, desde otra barrera, también lo siento como un menester que adquiero para procurar sintetizar con algo de precisión la plétora de pensamientos que me suelen asaltar en cualquier momento del día de forma inesperada y que terminan por abstraerme de mi presunta realidad.

No obstante, están los escritos que fluyen tan fácil como el agua lluvia. Los textos dedicados y sentidos, los que se abonan al alma. Esos que están sustentados en la frase manida de lo que abunda en el corazón habla la boca. En estos casos, se posan los dedos, se siente sobre la fragilidad de la pantalla o el papel.

Este quinto intento dejó de ser uno para tener un papel principal: ser texto. Con él queda parcialmente saldada una deuda de publicación, pero la desesperación por tener una emoción fuerte que logre volcar los pensamientos de una sola y permita que estos tomen vida propia al uniformarse y convertirse en pieza y hecho.

Escribir también es una lucha, es un desafío para que no predomine el silencio.

--

--

Luis Felipe Molina R.

Periodista. Intento de escritor por desocupación. Pseudometeorólogo. Poco problemático, pero imprudente.