Tiempo inasible
¿Qué hacemos con el tiempo cuando estamos esperando? ¿Cómo lo tomamos y hacemos algo con ello?
¿Por qué, justo cuando creemos que tenemos todo bajo control, las cosas terminan por tomar otro curso y se alargan o se acortan dentro de ese inmenso espectro temporal?
Mi amigo Santiago Cabana me hizo pensar en esto luego de cavilar sobre la definición de la palabra “shortly” -quizás traducido en “ahorita”- y de que su empleo se me convirtiera en motivo de disgusto por su falta de prontitud y exactitud, paradójicamente.
Así como no podemos controlar el tiempo -porque no tenemos otra opción que adaptarnos a su cadencia eterna- tampoco podemos apurarlo ni hacerlo más lento. Simplemente, el tiempo es tiempo y es nuestra maravillosa invención para medir lo que pasa, pasará y pasó.
A veces lo sentimos trascurrir, cada tic-tac, y la eternidad se siente presente. Es como hacer ‘planchas’ en el gimnasio, ya que nunca pasan tan lento los segundos. Pero, también, es tan efímero como cuando se camina dialogando con el ser amado por el medio del campo o la ciudad. Todo pasa rápido.
El tiempo no se puede agarrar, pues, precisamente, es inasible. Él nos controla o nosotros nos hemos forzado a que nos controle. Es el lío pasional que emerge entre permitir que el tiempo determine el periodo de todo es lo que nos ha puesto límites o querer resumirlo todo.
También, el tiempo es imposible de ilustrar. A veces empleamos la imagen de un reloj, pero este solo es el medio. El tiempo se demuestra con lo que hemos hecho con él. De este punto que todo pase y perviva de la forma en la que lo recordamos y las emociones que tenga adjuntas.
Las relaciones, por ejemplo, se miden en cuestiones de aniversarios. Incluso, seres más sentidos buscan que los días, las semanas y los meses sean casi que tangibles por medio de celebraciones que van directo al pathos.
Lo cierto es que el tiempo es nuestra escala de mediciones más usada -no sé si la favorita-. Entonces, medimos la extensión de la vida por los años, pero no por las aventuras vividas o los tormentos superados.
Incluso, recordamos la distancia sacándola del lugar y proponiéndole la medición temporal. Es nuestro recurso primario para referirnos al paso del todo y la espera es lo que nos limita a encontrarnos directamente con aquello que buscamos.
¿Qué esperar cuando estamos esperando? La pregunta es válida. ¿Cómo se espera? ¿Haciendo tiempo, aunque hacer tiempo no sea otra cosa que alargar la espera para que sea menos percibida?
Lo mejor, podría ser, que la espera no se dé únicamente con el paso del tiempo, sino con el recuerdo de algo hecho y ajeno a impacto temporal alguno.
Este texto no es otro que contorsionar el tiempo mientras espero un correo electrónico que me defina tiempos. Llamémoslo una ironía.