Vender optimismo

Luis Felipe Molina R.
4 min readMay 18, 2023

Existe una necesidad de algunos -en su mayoría en redes sociales- de querer vender “buena actitud”, aunque ahora le llaman “buenas vibras”.

Cada mañana hay pregoneros en historias efímeras pintando un mundo amable, en el que los problemas no son circunstancias adversas, sino enormes escenarios de crecimiento. En su parecer, siempre ganamos con cara o con sello. El problema es que la vida no es así y que en muchas ocasiones perdemos con cara o con sello y hasta perdemos sin entrar al juego.

Muchos de estos interlocutores son optimistas hasta la frustración. Quizás sea parte de un ‘performance’ social para demostrar que la vida es color de rosa, como algunos lo quieren hacer ver, pero ese deseo inagotable de disfrutar puede llegar a marear hasta al más intenso de los deseos.

Imagen tomada de harkn.com

No estoy en contra de los mensajes moralizantes, ni mucho menos. Todos, de alguna u otra manera, nos nutrimos con el consuelo ajeno de pensar que mañana será un mejor día o que traerá un golpe de suerte de la nada que logrará resolver muchos pesares.

Lo que planteo es que el optimismo impositivo, como la única fórmula de progreso y crecimiento, es una manera inmadura e insensata de ver la existencia.

Vivir es difícil y oscuro en muchas ocasiones y pretender imponer un enfoque cosmético al día a día es solo una carga emocional innecesaria que puede tener un efecto rebote que lleve al desánimo, la aflicción y la desesperanza.

Hay momentos en la existencia donde ser pesimista es una verdadera opción liberadora. De allí mi premisa por la neutralidad, es decir, vivir lo bueno y lo malo con enfoque de apertura, sin atarlo a la necesidad de que todo ha de ser positivo o constructivo.

No hay razón para mentirles a las emociones o fingir que todo está bien cuando a buenas a primeras se va mal. También, porque tener un enfoque apreciativo merece que por momentos haya que detenerse a quitar las florituras de la existencia y reconocer la esencia de las cosas; muchas de ellas espinosas.

Es más, muchos optimistas a ultranza juzgan a quienes no piensan como ellos. Nosotros, los realistas, somos los que a su parecer tenemos mala actitud, malas vibras, malas energías o el eufemismo de moda. Incluso, hay quienes aíslan a los demás porque no concuerdan con su manera de ver la vida, como si hubiera un radicalismo en solo unirse con otras mentes igual de efectistas.

El sometimiento a tener que ser optimistas o positivos es un rol muchas veces impuesto y desobedecerlo puede ser una talanquera que impide “manifestar” que las bendiciones universales lleguen a la vida. Así es el pensamiento contemporáneo, pues se cree que todo llega por decretos y órdenes manifiestas al universo y que éste simplemente obedece.

Pero nadie puede sustentarlo. A los realistas o pesimistas también se nos dan las cosas, pero ignoro si con la misma medida que a los optimistas.

Es más, conozco a seres realmente huraños que tienen éxito en lo que hacen, así como grandes optimistas que aún no logran conocer la fortuna, por cualquier significado que ésta tenga.

Claro, no se trata de ser un profeta de malas noticias o un predictor de profecías autocumplidas en cuanto a desgracias se refiere, pero, insisto, también debe haber lugar al desconsuelo, la tristeza o la pesadez.

A la postre, son emociones y, como tales, también hay que vivirlas y no evadirlas en pro de la salud emocional. En lo que estoy en templado desacuerdo es en tener que comprarles a los pregoneros su optimismo y tener que sonreírle al sol como ellos gustan de hacerlo. No se puede insistir en que todos hemos de pensar por igual dentro de la misma fórmula o molde.

Cada quien debe ser libre de llevar sus expectativas hasta donde lo prefiera y ello también es la libertad de ser optimista, realista, pesimista o desconfiado frente al tránsito de sus circunstancias.

Al final, la libertad está en cómo se vive o se siente lo que nos sucede, no en cómo nos predisponemos a ellas. Nos venden optimismo, ¿pero a qué costo? ¿Esa es mi verdadera realidad?

De todas maneras, sonrían, de pronto mañana será mejor.

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Luis Felipe Molina R.

Periodista. Intento de escritor por desocupación. Pseudometeorólogo. Poco problemático, pero imprudente.